CINE MUDO

Aunque lógicamente existen varios precedentes de cómicos que irrumpieron con éxito en la gran pantalla, como el francés Max Linder, se suele citar como punto de partida del slapstick la entrada en el mundo del cine de un tipo llamado Mack Sennett. Sennett era alguien curioso, ya que se trataba de un cómico sin mucha gracia, lo cual hacía suponer que su futuro no sería muy brillante. Pero lo que le faltaba de comicidad lo tenía en astucia. Cuando Sennett fue llamado al mundo del cine para actuar en varios cortometrajes de la unidad que llevaba D.W. Griffith, entendió rápidamente que ese medio era el futuro y, lo que es más importante, que ese tal Griffith tenía las claves para triunfar haciendo películas. Así pues, Sennett tomó nota atentamente de todo lo que hacía el innovador Griffith y empezó a escribir sus propios guiones para películas cómicas. 




Primeros grandes cómicos de la pantalla: Chaplin y Arbuckle 

En su edad de oro, la popularidad de la Keystone era tal que algunos de sus cómicos se convirtieron en estrellas por derecho propio que decidieron emprender sus carreras por su cuenta. Éstos serían los que en los años 20 dominarían el panorama y harían del slapstick una forma de arte. 


Uno de los cómicos que empezó con éxito en la Keystone y luego decidió probar suerte de forma independiente fue Roscoe Arbuckle, conocido como Fatty. Su rasgo más distintivo era su increíble agilidad en contraste con su no menos increíble obesidad. Pero también es cierto que Arbuckle era un muy buen director de comedia. Su personaje de carácter infantil gustaba mucho al público, pero su carrera se truncó repentinamente a principios de los años 20 al verse envuelto en un desgraciado escándalo. 


En una fiesta organizada por él murió misteriosamente una actriz llamada Virginia Rappe, que se dijo que había muerto violada brutalmente por el obeso Fatty. Los diarios se hicieron eco de esos rumores y dieron una enorme cobertura sensacionalista al juicio que siguió a la muerte de Rappe. Cuando se declaró a Arbuckle inocente del cargo ya era demasiado tarde: la prensa había hundido su carrera por completo y era un apestado en Hollywood. Sumido en un profundo alcoholismo, Arbuckle moriría diez años después en un completo e injusto olvido. Incluso décadas después, los libros sobre comedia cinematográfica solían evitar su nombre pese a ser objetivamente una referencia ineludible, y fueron muy pocos los que se atrevieron a reivindicarlo, como por ejemplo su buen amigo Buster Keaton. El reciente lanzamiento de parte de su obra en DVD quizá contribuya a hacerle algo más de justicia.









Aunque lógicamente existen varios precedentes de cómicos que irrumpieron con éxito en la gran pantalla, como el francés Max Linder, se suele citar como punto de partida del slapstick la entrada en el mundo del cine de un tipo llamado Mack Sennett. Sennett era alguien curioso, ya que se trataba de un cómico sin mucha gracia, lo cual hacía suponer que su futuro no sería muy brillante. Pero lo que le faltaba de comicidad lo tenía en astucia. Cuando Sennett fue llamado al mundo del cine para actuar en varios cortometrajes de la unidad que llevaba D.W. Griffith, entendió rápidamente que ese medio era el futuro y, lo que es más importante, que ese tal Griffith tenía las claves para triunfar haciendo películas. Así pues, Sennett tomó nota atentamente de todo lo que hacía el innovador Griffith y empezó a escribir sus propios guiones para películas cómicas. 


En su edad de oro, la popularidad de la Keystone era tal que algunos de sus cómicos se convirtieron en estrellas por derecho propio que decidieron emprender sus carreras por su cuenta. Éstos serían los que en los años 20 dominarían el panorama y harían del slapstick una forma de arte. 

Uno de los cómicos que empezó con éxito en la Keystone y luego decidió probar suerte de forma independiente fue Roscoe Arbuckle, conocido como Fatty. Su rasgo más distintivo era su increíble agilidad en contraste con su no menos increíble obesidad. Pero también es cierto que Arbuckle era un muy buen director de comedia. Su personaje de carácter infantil gustaba mucho al público, pero su carrera se truncó repentinamente a principios de los años 20 al verse envuelto en un desgraciado escándalo. 

En una fiesta organizada por él murió misteriosamente una actriz llamada Virginia Rappe, que se dijo que había muerto violada brutalmente por el obeso Fatty. Los diarios se hicieron eco de esos rumores y dieron una enorme cobertura sensacionalista al juicio que siguió a la muerte de Rappe. Cuando se declaró a Arbuckle inocente del cargo ya era demasiado tarde: la prensa había hundido su carrera por completo y era un apestado en Hollywood. Sumido en un profundo alcoholismo, Arbuckle moriría diez años después en un completo e injusto olvido. Incluso décadas después, los libros sobre comedia cinematográfica solían evitar su nombre pese a ser objetivamente una referencia ineludible, y fueron muy pocos los que se atrevieron a reivindicarlo, como por ejemplo su buen amigo Buster Keaton. El reciente lanzamiento de parte de su obra en DVD quizá contribuya a hacerle algo más de justicia.



A diferencia de la mayoría de cómicos mencionados aquí, Harold Lloyd no venía del vodevil, sino que era un actor propiamente dicho que decidió especializarse en comedia. Otra diferencia que ha provocado que a nivel crítico esté tan olvidado hoy en día es que él no dirigía sus propias películas, tarea que encomendaba a directores como Fred C. Newmeyer y Sam Taylor, aun cuando él era indudablemente el principal responsable de las mismas. 



Sus primeros cortometrajes tuvieron cierto éxito, pero pronto se cansó del personaje que interpretaba, el típico clown de slapstick sin personalidad (desafortunadamente, creo que no se conservan casi ejemplos de esta etapa suya). En busca de un nuevo personaje cómico más interesante, se le ocurrió crear uno que encarnara al prototipo de joven americano normal y corriente, que él bautizó sencillamente como The Boy. Pero precisamente como encarnaba a un chico normal, necesitaba un rasgo distintivo para destacarse del resto. Finalmente tuvo una idea genial: su personaje llevaría unas gafas carey. Había nacido otro de los símbolos más conocidos de la comedia cinematográfica. 


Aunque hoy en día no es tan recordado como Chaplin o Keaton, en su época solo Chaplin le hacía sombra en cuanto a popularidad y prestigio. Su personaje encantó al público, ya que suponía un contraste respecto a los alocados cómicos que poblaban el género: el chico que encarnaba Lloyd era simpático y entrañable, pero hacía las mismas locuras slapstick que el resto. Lloyd se aprovechó de eso para seguir el camino de Chaplin, otorgando a su personaje algunos rasgos más dramáticos.

 

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